Conciudadanos:
Desde que
crucé el Río Bravo hasta la capital de la República y después en mi gira por los Estados de
México, Morelos y Guerrero, he sido constantemente saludado con las
aclamaciones del pueblo. En mí saludan mis compatriotas el advenimiento de una
nueva era, era de libertad que será fecunda para nuestra patria y desarrollará
sus energías en los diferentes campos de acción, permitiendo a la República mexicana
marchar sin tropiezo por el ancho sendero del progreso.
Pero es mi
deber declarar con toda lealtad, que el triunfo pertenece esencialmente al
pueblo, que sólo tuve el mérito de tener fe en éI y de invitarlo a la lucha por
la seguridad de que sería el vencedor. Por tal motivo, he aceptado las
aclamaciones del pueblo que me proclama como vencedor, únicamente como jefe y
miembro del Ejército Libertador, que es quien, representando las aspiraciones
populares y secundado vigorosamente por la opinión, obtuvo el triunfo que todos
celebramos con inmenso regocijo.
Hacía muchos
años, me había dado cuenta de la triste situación porque pasaba nuestra querida
patria, y desde entonces principié mis trabajos. Comprendí que el único medio
digno de celebrar el centenario de nuestra Independencia era conquistar nuestra
libertad, y me prometí dedicar todos mis esfuerzos para la realización de tan
hermoso ideal.
El éxito más lisonjero los ha coronado, y junto con el pueblo
mexicano, tengo la inmensa satisfacción de contemplar a nuestra patria libre, y
al pueblo en posesión de todos sus derechos, como único legítimo soberano.
Los escépticos
de todos los tiempos, los que creían que en el pueblo estaban dormidas todas
las energías y todos los heroísmos, creen ahora que no será capaz de gobernarse
por sí solo. Yo, que siempre he tenido fe en él, estoy convencido que así como
fue invencible en la guerra y noble con los vencidos, sabrá gobernarse con
serenidad y sabiduría.
Una vez que la
revolución ha triunfado y habiendo yo renunciado a la presidencia provisional,
he quedado convertido en un simple ciudadano, formando, por tal motivo, parte
integrante del pueblo. Pero como a los actuales gobernantes los considero
también parte del pueblo, porque ya no son sus opresores sino sus mejores amigos,
a todos me dirijo en el presente manifiesto
Al pueblo
sufrido y trabajador :
para decirle
que todo lo espero de su sabiduría y su prudencia. Que me considere su mejor
amigo; que haga uso moderado y patriota de la libertad que ha conquistado y
tenga fe en la justicia de sus nuevos gobernantes; que colabore con ellos para
el engrandecimiento de la patria; que trabaje por elevarse de nivel, pues si su
situación bajo el punto de vista político ha sufrido un cambio radical, pasando
del papel miserable de paria y esclavo a la altura augusta del ciudadano, no espere que su situación económica y
social mejore tan bruscamente, pues eso no puede obtenerse por medio de
decretos ni de leyes, sino por un esfuerzo constante y laborioso de todos sus
elementos sociales.
Que tenga seguridad de que el nuevo gobierno y yo también,
en cualquier esfera que me encuentre, dedicaremos todos nuestros esfuerzos para
que mejore su situación; pero para lograrlo, necesitamos su cooperación
constante y laboriosa. Que sepa que su felicidad la encontrará en sí mismo, en
el dominio de sus pasiones, y en la represión de sus vicios; que la prosperidad
y la riqueza sólo podrá lograrlas practicando el ahorro y desarrollando su
fuerza de voluntad, a fin de no obrar siempre como le inspiren sus pasiones.
Por último, que busquen la fuerza de la unión y tengan por norma en todos sus
actos la ley.
A los
capitalistas:
me dirijo también para decirles que el pueblo
ha conquistado sus libertades y su soberanía; que
no esperen ya pretender oprimirlo formando camarillas alrededor de los
gobernantes, pues éstos, legítimos representantes del pueblo, inspirarán
siempre sus actos en un sentimiento de estricta justicia. Que tengan la
seguridad de que se les dará protección siempre que la justicia esté de su lado;
pero no cuenten con la impunidad
de que en otros tiempos gozaban los privilegiados de la fortuna, para quienes
la ley era tan amplia, como estrecha para los infortunados; que se resuelvan,
pues, a entrar francamente en la nueva vía, comprendiendo que la justicia será
inflexible para todos; que el más miserable trabajador de sus haciendas tiene
los mismos derechos políticos que ellos y que será igual ante la justicia y la
ley. Que se resuelvan a entrar en esta nueva vía, tratando equitativamente a
sus sirvientes y haciéndoles las concesiones que sean compatibles con el recto
sentimiento de justicia, pues deben considerarlos como sus humildes, pero
eficacísimos colaboradores.
A los
gobernantes:
en quienes el pueblo ha depositado su
confianza, me permito recordarles, que inspirados en el sentimiento de justicia
a que he hecho mención más arriba, deben dirigir sus esfuerzos a fin de que los
encargados de administrar justicia sean hombres rectos y desapasionados.
Que los
impuestos sean repartidos equitativamente, para lo cual será necesario hacer
una escrupulosa revlsión de los catastros, porque hasta ahora los más grandes
capitales y propietarios pagan igualas irrisorias o impuestos en proporción muy
inferior a los que pagan los pequeños propietarios. Mientras la ley no
determine otra cosa, deben repartirse los impuestos con absoluta equidad. Pero
me permito recomendar, como una de las aspiraciones legitimas del pueblo, que
se procure disminuir o anular los impuestos a los que sólo tienen un pequeño
pedazo de tierra o que ejercen el comercio de artículos de primera necesidad en
ínfima escala.
También es
necesario que investiguen los hechos de la pasada administración, para que se
exijan las responsabilidades debidas, y pueda la justicia resplandecer en todo
su brillo.
Al Ejército
Libertador :
le recomiendo
que ya que supo estar a la altura de su misión en la pasada etapa y derrocó a
la tiranía, sepa elevarse al nuevo rango que le corresponde al ser
representante de la ley y guardían del orden, y que así como supo combatir a
los que, como sostenedores de la dictadura, eran enemigos del pueblo, así sepa
dominar a todos los que con cualquier pretexto intenten alterar el orden
público, pues en lo sucesivo, desde el momento que todos los ciudadanos pueden
tener seguridad de que se impartirá justicia, no tendrán razón para hacer
ninguna reclamación a mano armada, y debe considerarse como enemigo de las
instituciones y de los más altos intereses del pueblo, cualquiera que pretenda
alterar el orden.
Al Ejército
nacional :
deseo se regocije junto con todo el pueblo por
el triunfo obtenido, por la libertad conquistada; libertad de la cual también
disfrutará. Que no hay motivos para que sus miembros se consideren derrotados,
porque el Ejército no fue derrotado, sino la dictadura. Puesto que las
aspiraciones del Ejército eran la libertad y sus simpatías estaban con el
pueblo.
¿Cómo podían
vencer los miembros del Ejército Federal, si iban a la lucha con repugnancia,
convencidos de la justicia de la insurrección, y ellos mismos consideraban que
hubiese sido una calamidad para la patria el triunfo de la dictadura? ¿Cómo era
posible que esos valientes soldados fuesen a triunfar, si ellos preferían morir
con tal de que el pueblo recobrase la libertad? . El Ejército mexicano en la pasada contienda ha
dado grandes pruebas de heroísmo y abnegación, y se ha captado la admiración de
sus compatriotas, aun de los mismos que contendimos con él en el campo de
batalla. Con el nuevo régimen que se inaugura, un Ejército como el
nuestro es una garantía para las instituciones republicanas.
A la prensa:
que deseo para
el nuevo gobierno, su cooperación franca y sincera. Que por mi parte, yo como
simple ciudadano, como candidato a la presidencia de la República o como
gobernante, si algún día llego a serio, consideraré como amigos a los que
realmente me hagan conocer las faltas que cometa, pues mi intención será
siempre recta, pero no por eso pretendo ser infalible. Los que me ayuden en mi
carrera pública señalándome mis errores serán mis mejores amigos, y únicamente
me cuidaré de aquellos que, desconociendo mi carácter, pretendan atraerse mi
amistad aprobando incondicionalmente hasta mis errores.
Me he tomado
la libertad de dirigirme en los términos anteriores al pueblo y a sus
gobernantes, porque creo que mi carácter de simple ciudadano me faculta para
ello, sobre todo, me obliga el hecho de haber sido el jefe de la revolución
triunfante, pues ella me impone la obligación de dedicar todos mis esfuerzos,
en cualquiera esfera que me encuentre, a fin de que las aspiraciones del pueblo
se vean realizadas, y que la revolución traiga a nuestra patria todos los
beneficios posibles.
Espero la
colaboración franca y sincera de todos mis conciudadanos; que todos se olviden
de sí mismos y únicamente piensen en la patria; que borren su personalidad y
sólo consideren los intereses colectivos; que repriman cualquiera ambición
personal y se inspiren en el más puro patriotismo; y así, unidos bajo el
hermoso ideal del progreso y engrandecimiento de la República , nuestros
esfuerzos serán fructuosos y muy pronto, nuestra patria, marchando por la
anchurosa senda del progreso, dentro de la libertad y la ley, llegará a la
altura a donde ambicionamos verla los buenos mexicanos.
México,
D.F., 24 de junio de 1911.
Francisco I. Madero
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