El Presidente constitucional interino de los
Estados Unidos Mexicanos y sus ministros, a la ciudad de Guadalajara y a la
nación:
Por falta de constancias oficiales no habíamos
podido dar conocimiento al público de la situación que nos había creado el
desabundamiento de las fuerzas que en los campos de Salamanca sostenían la
Constitución y el orden legal. Pocas horas después de recibida una comunicación
del señor Degollado, única que de un modo auténtico, aunque en muy sencillos
términos, nos había referido el suceso, nos reunimos a leer una circular que
había escrito el ministro de la Guerra, mientras se formulaba un manifiesto.
Acabamos de leer aquélla, cuando una de esas
aberraciones, tan comunes, por desgracia, en la historia de nuestras revueltas,
nos impidió todo trabajo. La guardia de Palacio, dirigida por sugestiones de
los señores Landa y Morett, quienes a su turno, según se dice, eran impulsados
por personas de mucho influjo en esta ciudad, se echó sobre nosotros en el
momento mismo de rebelarse, poniéndonos inmediatamente presos con dos
centinelas de vista. Fue, pues, imposible hacer manifiesto ninguno.
Hemos permanecido presos tres días, en el último de
los cuales, la noche del 15, nos trasladaron a la casa del señor cónsul
francés, en donde permanecemos conforme a los convenios que al calce
publicamos. Este incidente, que ha dado a conocer el entusiasmo y denodado
espíritu del pueblo de Guadalajara, ha avivado nuestra fe, viendo la
espontaneidad con que ha ocurrido la parte de la población más distinguida por
sus luces y patriotismo a sostener la causa de la libertad y del orden en la
ley.
Es por lo mismo nuestro primer sentimiento y será
también nuestro primer desahogo, dar cordiales gracias a tan benemérita
población, no tanto por su ilustrado celo y su singular valor bélico, porque,
aunque bien las merece, esas brillantes cualidades le son ya reconocidas como
habituales, sino porque ha sabido contenerse.
Más que combatir, cuesta, en efecto, trabajo
sofocar la justa indignación que causó la perfidia de aquellos a cuya guardia
estábamos encomendados; cuesta trabajo no dar sobre el enemigo aleve, cuando se
ve uno más fuerte, cuando está seguro de aniquilarlo; cuesta trabajo no
castigar la rebelión vencida y posponer la noble pasión de la justicia a consideraciones
de interés político; sin embargo, esta generosa población lo ha hecho.
Sabiendo que se hallaba comprometida la existencia
del Presidente legítimo y temiendo ver rota la bandera constitucional
identificada con su persona, ha hecho callar todas las pasiones; se ha
sobrepuesto heroicamente a todos sus instintos, ha refrenado su volcánico
entusiasmo, ante la idea fecunda, de conservar al representante de la unión
nacional.
Sean, pues, rendidas mil gracias por nosotros, como
se las damos muy cordial y respetuosamente, y concedidas por la posteridad
incesantes bendiciones a la magnánima y pensadora población de Guadalajara y a
las muy dignas autoridades que por fortuna rigen sus destinos. Por lo demás,
cúmplase la voluntad de Dios, que bien manifiesta se halla en favor de las
ideas democráticas. Perdamos o no batallas; perezcamos a la luz del combate o
en las tinieblas del crimen los que defendamos tan santa causa ella es
invencible.
La desgracia de Salamanca no es más que uno de los
azares, harto comunes en la guerra. Pueden seguírseles otros, puesto que apenas
hemos abierto la nueva campaña; puede llegarse a ver de nuevo el país ensayando
volverse pupilo de 1821, como lo pretenden sus mil veces reconocidos por
ineptos tutores: la democracia es el destino de la humanidad futura; la
libertad, su indestructible arma; la perfección posible, el fin donde se
dirige.
¡Pueblos de México!
¡Tened fe en la posibilidad de restableceros!
Un poco de energía, una ciega sumisión a la
justicia, la proclamación y respeto de los verdaderos derechos, volverán a la
república la paz, no el sosiego; el espíritu de adelanto, no la sujeción
servil; el reinado de la ley, no la aristocracia ridícula de nuestros vanos y
mentidos redentores; el amor a Dios y al prójimo, no las hipócritas
simulaciones de prácticas sin verdad ni sentimientos.
¡Levantaos, pueblos de México!
Un solo esfuerzo, y la antigua lucha entre la luz y
las tinieblas se decide en favor nuestro, ¡Levantaos, y la explotación infame
de los muchos para beneficio de unos cuantos, quedará destruida!
¡Levantaos, y la libertad y su condición
indispensable, el orden, se volverán entre nosotros una verdad tan fecunda como
lo ha sido en todos los pueblos que marchan en su senda y el hombre se volverá
el querido hermano del hombre y en la naturaleza bruta continuarán las
creaciones del arte, y los pueblos todos de la tierra envidiarán, en vez de
compadecer despreciativamente, nuestra suerte! Las personas a quienes Dios ha
impuesto por hoy el deber de representar vuestra voluntad en el sendero de la
ley, están ya reconocidas como probas, sinceras, desinteresadas, firmes.
Ayudadles, y todo está hecho: continuadles vuestra
confianza y fuertes, entonces, harán cuanto la posibilidad humana permita, en
cumplimiento de su obligación y de sus aspiraciones a la sólida gloria.
Guadalajara, marzo 16 de 1858.
Benito
Juárez
Presidente interino constitucional de la República
Presidente interino constitucional de la República
Melchor
Ocampo,
Ministro de Relaciones, Gobernación y Guerra
Ministro de Relaciones, Gobernación y Guerra
León
Guzmán
Ministro de Fomento
Ministro de Fomento
Manuel
Ruiz
Ministro de Justicia
Guillermo
Prieto
Ministro de Hacienda
Fuente: “Benito Juárez. Documentos, Discursos y
Correspondencia.” - Jorge L. Tamayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.