Puebla de Zaragoza, abril 3 de 1867.
Señor Presidente Constitucional, licenciado don Benito Juárez
San Luis Potosí
Señor y amigo de toda mi consideración y aprecio:
He tenido el gusto de recibir la muy estimada de usted de 18 del
pasado, en que se sirve manifestar la necesidad que hay de reforzar el ejército
que opera sobre Querétaro, para que los cabecillas principales de la traición
se rindan allí y ordenándome remita el auxilio, así como el aviso de que se
previene al general Escobedo comunique órdenes directas de marcha a los
generales que mandan las fuerzas de los tres distritos de México y el federal.
Aunque con riesgo de repetir lo que ya haya dicho antes, permítame
usted que le haga relación detallada de las operaciones que preveo y previne y
de las órdenes que di. Conociendo que, aunque en fuerza suficiente para
alcanzar el triunfo, el ejército de operaciones sobre Querétaro debía tener
cubierta su retaguardia, situé oportunamente en la cañada de Tepeji del Río al
general Méndez, con una brigada del estado de Puebla y las dos divisiones del
1º y 2º distritos de México.
Esa fuerza tenía el doble objeto de impedir que el enemigo fuese
auxiliado de México y también oponerse al paso de Maximiliano y sus fuerzas, si
se retiraba de Querétaro, entreteniéndolo mientras llegaba el ejército y lo
batía.
Al general Leyva, con las fuerzas del 3° distrito y la 2ª brigada del
valle a las órdenes del general Cuéllar, lo mandé situar en Chalco y Texcoco,
con objeto de observar la capital e impedir los auxilios que pudiesen salir de
México para esta plaza, cuyo sitio había dispuesto.
A la primera noticia que tuve de que el general Escobedo tuviese
necesidad de aumentar su fuerza para embestir mejor a Querétaro, le ordené al
general Méndez marchase hasta ponerse en contacto con aquel general primero y
después que se pusiese a su disposición, la incorporación del general Méndez,
con su cuerpo de ejército, debe haber tenido lugar el día 23 del pasado y
entiendo lo verificó con cosa de 5,000 hombres.
Asegurado por ese lado y por el de México, embestí esta plaza y el
resultado ayer tuve el honor de ponerlo en conocimiento del ciudadano ministro
de la Guerra, para el debido de usted. Los cerros ya no deben dilatar en caer y
entonces estaré ya más expedito para nuevas operaciones.
Estando en el sitio, se me incorporaron dos brigadas del sur, a las
órdenes del señor general Álvarez, cuyo patriotismo no me cansaré de elogiar al
brindarme ponerse a mis órdenes, lo que verificó y tomó parte en las operaciones
del sitio y asalto de la plaza.
El traidor Márquez logró salir de Querétaro, con fuerza de caballería
y al primer aviso que me dio el general Escobedo dispuse: que si Márquez
regresaba a dicha ciudad con objeto de llevar refuerzos y auxilios lo siguiese
el general Leyva con su división, procurando por todos los medios posibles
retardarle y embarazarle su marcha y a su arribo a aquella ciudad se pusiese a
las órdenes del general Escobedo. Márquez no hizo esa marcha, sino que, al
contrario, se dirigió en auxilio de esta plaza y aún sigue, pues anoche
pernoctó en las haciendas de Buenavista y Soltepec.
Con el cambio de movimientos de Márquez, cambié también las
instrucciones al general Leyva y ha venido sobre el flanco del enemigo,
arreglando sus marchas por las de aquél y anoche estaba en la hacienda de San
Bartolo. Los movimientos del general Leyva están subordinados a los de Márquez.
Escobedo sólo me pide que retarde la marcha de Márquez a Querétaro y esto está
hecho.
Si Márquez, al saber la pérdida de Puebla, todavía insiste en avanzar,
ya veremos el modo de rechazarlo y, o si no, seguiré sobre sus pasos a efecto
de aprovechar cualquier oportunidad de batirlo y sobre todo embarazarle su
marcha a Querétaro, si no tengo tiempo de impedírselo o de cortarlo. No creo
que con lo que he dispuesto haya sido mal interpretada la orden del Supremo
Gobierno y, sin perder de vista como debía esta plaza, he auxiliado con fuerza
física a nuestro ejército de Querétaro y con la moral del triunfo obtenido
aquí.
Los objetos están logrados; Puebla en nuestro poder con su magnífico
tren de sitio y abundantes municiones; Márquez detenido y expuesto a perderse y
perder a México y yo, con este cuerpo de ejército, expedito para todo lo que
fuese necesario. Con más que, con el triunfo de ayer, nuestra tropa está más
entusiasmada y ha adquirido nuevos bríos.
Habría deseado que la hubiese usted visto ayer lanzarse a la carrera
sobre las trincheras enemigas y arrebatarle, una tras de otra, dos líneas, sin
hacer caso de la metralla ni del nutrido fuego de fusilería y granadas de mano
que de las azoteas y balcones nos arrojaba el enemigo; nada contuvo su ímpetu y
no se paró ni titubeó un solo instante. Con tropas como éstas entro con
confianza en los combates.
Felicito a usted y a la nación por el triunfo de ayer y, deseándole
buena salud, espero sus respetables órdenes que obedecerá con gusto su
afectísimo amigo, atento seguro servidor.
Porfirio Díaz
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