Señoras y Señores:
Me complace, en nombre del gobierno y del pueblo de México, saludar al
presidente de los Estados Unidos de América, la gran nación vecina, con la que
nos liga una amistad que el tiempo y un nuevo espíritu de comprensión va
llenando de contenido histórico y haciéndonos conscientes de la responsabilidad
común que esa vecindad entraña.
Me complace que al haber aceptado la invitación que le hice, visite
usted México, y no sólo al gobierno, sino al verdadero dueño de la casa, al
pueblo de México, del que los gobernantes sólo somos y aspiramos a ser fieles
intérpretes y servidores esforzados.
Por ventura, cada vez los hechos amistosos se acrecientan entre
nuestros pueblos y nuestros gobiernos. Yo le aseguro que el pueblo de México lo
recibirá a usted con el mismo gesto cordial y la misma sonrisa amiga con que el
pueblo norteamericano me brindó en mi visita del 9 de octubre de 1959, a
Washington.
En nuestros dos países, hombres de buena fe se esfuerzan por que sus
relaciones sean cada día más firmes basadas, en las buena fe, y esperamos que
adquieran la solidez necesaria para que ni las interpretaciones maliciosas o
equivocadas o incomprensivas puedan evitar que se consoliden en beneficio de
nuestra sincera amistad.
Vivimos, señor presidente Kennedy, en una época de zozobra, en que el
mundo quisiera paz y concordia, para que el hombre pueda dedicarse al trabajo
que rinde frutos fecundos. Vivimos, además en un continente donde se acentúa la
libertad, donde nacieron y se fortalecieron los derechos del hombre, donde
encontraron seguro puerto los náufragos de todas las doctrinas. Vivimos, en
fin, en el nuevo continente donde 20 países luchan por romper el cerco de
hierro en que lo encierran sus carencias.
Señor presidente:
En estas condiciones México y los Estados Unidos tienen mucho que
platicar. Su diálogo, independientemente de sus resultados prácticos, tiene que
ser fecundo, porque en él hablaremos de establecer en qué concordamos y en qué
diferimos; pero habremos también de limitar campos de comprensión y de
colaboración. El único tema de ese diálogo lo ha inscrito el destino en nuestra
agenda: es el presente y el porvenir.
Señor presidente;
Señora Kennedy,
ilustres acompañantes del señor presidente Kennedy:
Que disfrutemos juntos —el pueblo de México y ustedes, ilustres
visitantes— de lo entrañable que representa esa vieja institución que es la
hospitalidad, que enaltece tanto a quien la da como al que la recibe. En nombre
de la hospitalidad del pueblo mexicano, sean ustedes muy bienvenidos.
Fuente: "Pensamiento en Acción II" , Adolfo López Mateos ,
México, 1964.
http://www.jfklibrary.org/Asset-Viewer/LawporkjD02wlr1s3ohPDw.aspx
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