Pocas horas después de encontrarme al amparo de la hidalga y
de la tradicional hospitalidad del pueblo veracruzano, los verdaderos soldados
de la República, los que se han formado en las cruentas luchas por el
sostenimiento de nuestras libres instituciones bajo la digna y patriótica
jefatura del general de División don Guadalupe Sánchez, y de los jefes de la
Marina del Golfo, que han interpretado el hondo anhelo del pueblo mexicano de
no consentir nunca en que se les arrebate su soberanía, desconocieron el Gobierno
del general Alvaro Obregón por conculcador de todas nuestras libertades
públicas.
Jamás en los anales de nuestra historia política se ha
sabido exteriorizar con más exactitud y con mayor justificación la conciencia
colectiva, y nunca se ha presentado tan odiosa y tan intolerable la violación
de la soberanía del pueblo. Precisamente el hombre que hace apenas tres años
fue el abanderado de la Nación para defender sus libertades contra una burda
imposición es el mismo que hoy comete el crimen de lesa patria, volviendo
contra el pueblo el poder que éste le otorgó.
El general Obregón ha violado la soberanía de los Estados de
la República, prescindiendo, por remoto ya, del fraude electoral perpetrado en
el Estado de Veracruz, con motivo de las elecciones de la última Legislatura,
que no sirvió más que para consolidar la tiranía del Gobernador Tejeda, bajo el
amparo ilegal y despótico de la Secretaría de Gobernación. Ha negado el general
Obregón el apoyo de la Federación al Gobernador Constitucional del Estado de
Michoacán a quien aprehendió y encarceló.
Con fuerza del Ejército ha vulnerado la soberanía de San
Luis Potosí al segregar, de hecho, a esta Entidad Federativa, del Pacto
Federal, autorizando a miembros del Ejército para que depongan por medio de las
armas a los Ayuntamientos legítimos, que son las celdillas de nuestro organismo
democrático, y fomentando así la más peligrosa y trascendental anarquía como es
la que resulta de erigir el Ejecutivo Federal en principio el imperio de la
fuerza sobre el derecho.
Ha desconocido al Congreso de Zacatecas que nació de la más
unánime y de la más esforzada opinión popular, no obstante de que ese Congreso
fue reconocido y sancionado por el Senado de la República, sólo por apoyar a un
Gobernador despótico que secunda sin escrúpulos los planes de imposición. Ha
rechazado, en Nuevo León, al ungido como Gobernante con el voto público, por
medio de la presión sobre las autoridades de aquel Estado, determinando una
situación indecisa y expectante para la realización de sus legales propósitos;
ha expulsado, por último, de su Estado, al Gobernador Constitucional de
Coahuila para substituirlo por autoridades surgidas de la imposición callista,
y obtener como precio de este atentado la adhesión a sus planes de los
senadores coahuilenses.
Para matar la independencia del Poder Legislativo de la
Nación, que se ha opuesto, con excepcional energía, a sus tendencias
imposicionistas defendiendo bizarramente la soberanía del pueblo, ha organizado
con los pretorianos, que aún manchan el honor del Ejército, y con la mayor
parte de sus Secretarios de Estado, complots para asesinar diputados que la
altivez de la oficialidad supo condenar; ha empleado las amenazas para subyugar
representantes medrosos, ha cohechado con prebendas y dádivas a diputados y
senadores sin decoro, y ha recurrido hasta el plagio de unos y otros para
imposibilitar el libre funcionamiento del Poder Legislativo, rodeándose de
mercenarios políticos que preparen la formación de cámaras serviles para
consumar la imposición de una candidatura que desde su origen fue rechazada por
el pueblo de manera franca y ostensible.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, que tiene la
prerrogativa de resolver los conflictos que se susciten entre la Federación y
los Estados, ha sido postergada, nulificada de hecho por el Ejecutivo Federal,
el cual, en vez de sus funciones ha pretendido subyugarla al contradecir y
burlar sus fallos supremos que amparan y reconocen los gobiernos de Michoacán y
San Luis Potosí.
El general Obregón no se ha limitado a violar la soberanía
del Poder Legislativo, a desconocer el Poder Judicial de la Federación
resumiendo en su persona, anticonstitucionalmente, los tres Poderes que
encarnan nuestra soberanía; ha hecho más: investido con la facultad de velar la
observancia exacta de las libertades públicas, conforme a nuestras leyes, ha
empleado el inmenso poder que el pueblo depositó en sus manos, para aherrojar
esas libertades, convirtiéndose en líder político de la impopular candidatura
del general Plutarco Elías Calles, a fin de asegurarse más tarde una inmediata reelección
que la nación rechaza y que nuestra ley condena.
Con esta finalidad y con respecto a la más alta
representación nacional en él depositada, ha emprendido en la forma más activa,
tenaz y más apasionada la catequización de los funcionarios civiles y la
corrupción de altos jefes militares para inducir a aquéllos y a éstos a la
infracción de sus imperiosos deberes cívicos por medio de la deturpación
sistemática contra el candidato del pueblo.
Y no es esto todo, su acción no se ha limitado a herir de muerte
nuestro sistema federal de Gobierno, no se ha detenido en reconcentrar el poder
del Congreso y de la Suprema Corte, no ha vacilado en arrancar al pueblo su
facultad soberana de elegir por medio del sufragio a sus mandatarios, no ha
encontrado dique para establecer la más trascendental y perturbadora de las
inmoralidades, la que se hace desde las cumbres del poder.
Debiendo ser él el ponderado sostenedor del orden público,
ha armado a agitadores políticos sin conciencia para que no se respete la propiedad
ni la vida, ni aún la libertad de conciencia.
Ante tan graves males que es necesario detener, y habiendo
sido yo postulado por la gran mayoría de la nación candidato a la Presidencia
de la República, faltaría al deber fundamental del ciudadano si no correspondiera
al clamor nacional que ha resuelto no soportar un Gobierno que atenta en contra
de nuestros principios constitucionales; en tal virtud, y aceptando
provisionalmente como un honor la jefatura del movimiento libertario que han
iniciado y secundado los soldados patriotas en representación del pueblo,
expido el presente manifiesto dando a conocer a la nación los primordiales
postulados a que aquél quedará sujeto.
1.- Respeto absoluto a la vida, a la libertad y a la
propiedad de todos los habitantes, nacionales y extranjeros.
2.- Inmediata reglamentación del artículo 123 de la
Constitución Federal, procurando deslindar equitativamente las prerrogativas de
los obreros y las obligaciones de los patronos.
3.- Para la resolución del más intenso problema nacional,
tierra y justicia para todos, constituyendo y organizando la pequeña propiedad
agrícola para todo aquel que realmente quiera cultivar la tierra,
fraccionamiento de los latifundios con sujeción estricta al espíritu del
artículo 27 constitucional, mediando el Gobierno activa, eficaz y
equitativamente entre los latifundistas y los adquirentes, dotación de ejidos
para aquellos pueblos que aún no hayan salido del estado comunal y sólo hasta
que el desenvolvimiento de esas comunidades y a petición de ellas quieran
entrar al sistema de la propiedad individual.
La indemnización por causa de expropiación para la dotación
ejidal se fijará por medio de la formación de un catastro a fin de pagar
conforme al valor fiscal de acuerdo con la equidad; para el pago en efectivo de
estas indemnizaciones se contratará un empréstito de cincuenta millones de
pesos que en un principio ya estaba pactado por el suscrito con su carácter de
Secretario de Hacienda y Crédito Público; para refaccionar a los pequeños
propietarios se establecerán en todo el país instituciones de crédito agrícola
que faciliten el cultivo de la tierra y aumenten la producción.
Los bonos de la deuda agrícola originados por el
fraccionamiento de los latifundios y la constitución de la pequeña propiedad
serán lanzados a los mercados interior y exterior con la intervención directa
del Gobierno Federal, a fin de procurar el pago de las indemnizaciones en
dinero en efectivo.
4.- Seremos inquebrantables respecto al sufragio, que hoy
por tercera vez pretende ser conculcado en el transcurso de los diez últimos
años, para garantizar por siempre la soberanía del pueblo.
5.- Reforma constitucional, para establecer la efectiva
abolición de la pena de muerte, exceptuando la que debe sufrir el traidor a la
Patria, en guerra con el extranjero.
6.- Otorgamiento del sufragio a la mujer, debidamente
reglamentado, capacitándola para el desempeño de las funciones comunales.
7.- Intensificación no sólo de la instrucción, sino de la
educación en forma práctica.
Con estos postulados y por los fundamentos expuestos, se
rectifica el desconocimiento del Poder Ejecutivo de la Unión, se desconoce a
los Gobernadores de Estado y representantes del Congreso de la Unión que hayan
secundado y secunden la labor imposicionista y conculcadora del Presidente de
la República, se desconoce igualmente a los demás funcionarios de elección
popular, directa o indirecta, que en el término de 15 días no protesten su
adhesión al presente movimiento.
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