Ciudadanos
Diputados y Senadores:
Las
necesidades indicadas por la Cámara de Diputados, por el Senado y la Suprema
Corte, me hicieron venir a la Primera Magistratura de la República.
Después,
cuando tuve el honor, en este mismo recinto, de dirigirme a ustedes, en virtud
de precepto constitucional, prometí hacer la paz a todo trance. Han
pasado diecisiete meses y, en ese corto período de tiempo, he formado un
ejército para llevar a cabo mi solemne promesa.
Todos
ustedes saben las inmensas dificultades con que ha tropezado el Gobierno con
motivo de la escasez de recursos, así como la protección manifiesta y decidida
que un Gran Poder de este Continente ha dado a los rebeldes.
A
mayor abundamiento, estando destruida la Revolución, puesto que están
divididos, y aún siguen estándolo, los principales directores de ella, buscó el
Poder a que me refiero un pretexto para terciar directamente en la contienda, y
esto dio por resultado el atentado de Veracruz por la Armada americana.
Se
consiguió, como ustedes saben, arreglar decorosamente por nuestros comisionados
en Niágara Falls el fútil incidente de Tampico, y la Revolución queda en pie
sostenida por quien todos sabemos.
Hay
más: después de la labor altamente patriótica de nuestros representantes en
Niágara Falls, hay quien diga que yo, a todo trance, busco mi personal interés
y no el de la República; y como este dicho necesito destruirlo con hechos, hago
formal renuncia de la Presidencia de la República.
Debe
saber la Representación Nacional que la República, por conducto de su Gobierno,
ha laborado con toda buena fe a la vez que con toda energía, puesto que ha
conseguido acabar con un partido que se llama demócrata en los Estados Unidos,
y ha enseñado a defender un derecho.
Para
ser más explícito, diré a ustedes que la gestión del Gobierno de la República,
durante su corta vida, ha dado golpes de muerte a un poder injusto. Vendrán más
tarde obreros más robustos y con herramientas, que acabarán, a no dudarlo, con
ese poder que tantos perjuicios y tantos atentados ha cometido en este
Continente.
Para
concluir, digo que dejo la Presidencia de la República llevándome la mayor de
las riquezas humanas, pues declaro que he depositado en el Banco que se llama
Conciencia Universal, la honra de un puritano, al que yo, como caballero, le
exhorto a que me quite esa mi propiedad.
Dios
los bendiga a ustedes y a mí también.
México,
julio 15 de 1914
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