“…Pero lo que más alentó á los
criollos y á los mestizos , haciéndoles comprender que no eran una raza
inferior, dándoles un argumento contra los españoles que se oponían á que se
les confiasen cargos públicos de gran importancia , fueron el martirio y la
beatificación de san Felipe de Jesús y de san Bartolomé Gutiérrez. Considerando
las costumbres y el espíritu religioso del siglo XVII, fácil es comprender el
influjo que tendría en el ánimo de los hombres de la nueva raza, la declaración
del papa Urbano VIII en 1627 en la beatificación de san Felipe, novicio de la
orden de San Francisco.
Apenas habrían transcurrido
sesenta años desde que las órdenes religiosas en México declaraban que no sólo
los indios y los mestizos, pero ni aun los criollos hijos de español y española
debían recibir las órdenes sagradas ni eran perfectos para el sacerdocios, y ya
veían sobre los altares á uno de esos mismo criollos. Aquella era una verdadera
revolución moral, cuya importancia se puede apenas apreciar hoy, pero cuyas
consecuencias parecieron graves á algunos españoles pensadores de aquel tiempo
en México, porque se empeñaron, aunque sin éxito, en probar que Felipe de Jesús
no había nacido en la Nueva España; la notoriedad del hecho esterilizó los
esfuerzos de aquellos hombres, pero quedó con eso una prueba de la influencia que
la declaración de Urbano VIII tendría en el ánimo de los mexicanos, porque la
nueva raza comenzaba á comprender sus derechos de autonomía , supuesto que daba
prelados á la Iglesia como el arzobispo Cuevas Dávalos, á la humanidad sabios y
literatos como don Carlos Sigüenza y Góngora y don Juan de Alarcón y Mendoza, y
á la cristiandad santos como Felipe de Jesús y Bartolomé Gutiérrez . Los
mexicanos alcanzaron á comprender cono esto que podían aspirar á todo, y que
ningún puesto sobre la tierra estaba cerrado para una raza cuyos hijos habían
llegado á tener representantes que recibían culto en los templos.
Hay hombres á quienes las circunstancias
colocan en situación tan especial, que para prestar un servicio importante á su
pueblo ó á su nación no necesitan grandes esfuerzos ni convertirse en
caudillos; basta muchas veces su propia desgracia y el juicio que de ella forma
la posteridad. Felipe de Jesús, muriendo en el Japón, rehabilitaba
completamente la dignidad humana de los nativos de la Nueva España, y ese acontecimiento
que en el siglo que atravesamos sería de poca importancia y pasaría
desapercibido, casi fue de trascendentales resultados , porque la beatificación
del mártir mexicano, en un pueblo esencialmente católico, fue el más solemne
triunfo sobre las doctrinas de los primeros misioneros franciscanos y
dominicos, que sostenían la inferioridad de los hombres nacidos en Nueva
España, aun cuando sus padres fueran españoles.
Felipe de Jesús nació en México
el 1° de mayo de 1575, según la opinión más aceptada, y sus padres fueron
Alonso de Casas, natural de la villa de Illescas, del obispado de Toledo en
España y doña Antonia Martínez, natural de Salamanca, en España; estudió
algunos años en el colegio de San Gregorio en México, y por asuntos de
comercio, como creen unos, ó enviado por su padre por vía de castigo, se embarcó
para las islas Filipinas; algunos años después de su llegada tomó el hábito de
novicio en el convento de San Francisco, pero queriendo profesar en su patria,
se embarcó de regreso para México en el galeón San Felipe; una violenta
tempestad llevó la nave hasta las costas del Japón, allí fué hecho prisionero con
toda la tripulación y pasajeros, y espiró en el martirio, según cuentan sus biógrafos,
en Nangasaqui (sic) , el 5 de febrero de 1597. La beatificación de san Felipe
se celebró el 5 de febrero de 1629; la madre de Felipe asistió á esa fiesta y
salió en procesión…”
Fuentes: "México a través de los siglos" , Tomo Segundo Virreinato, Vicente Riva Palacio
http://bdmx.mx/vida_san_felipe_de_jesus.php
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