Señor Intendente de la Provincia
de Guanajuato,
Don Juan Antonio de Riaño:
Sabe usted ya el movimiento que
ha tenido lugar en el pueblo de Dolores la noche del 15 del presente. Su
principio ejecutado con el número insignificante de 15 hombres, ha aumentado
prodigiosamente en tan pocos días, que me encuentro actualmente rodeado de más
de cuatro mil hombres que me han proclamado su Capitán General. Yo a la cabeza
de este número, y siguiendo su voluntad, deseamos ser independientes de España
y gobernarnos por nosotros mismos.
La dependencia de la Península
por 300 años, ha sido la situación más humillante y vergonzosa, en que ha
abusado del caudal de los mexicanos, con la mayor injusticia, y tal
circunstancia los disculpará más adelante. Precipitado ha sido su principio,
pero no pudo ser de otra manera sino dando lugar y providencia de asegurar a
los españoles, para lo cual he tenido fuertes razones. Traigo a mi lado los
avecindados de Dolores, San Miguel el Grande, y los que se han recogido en esta
ciudad.
Uno solo ha recibido una herida,
y por ella ha quedado en su casa para que se restablezca, quedando su persona
segura de toda violencia. En San Miguel hubo un pequeño desorden en la casa de
un español, que se evitó cuando fue dable que no siguiera adelante.
Por esto verá usted que mi
intención no es otra, sino que los europeos salgan por ahora del país. Sus
personas serán custodiadas hasta su embarque, sin tener ninguna violencia. Sus
intereses quedarán al cargo de sus familias o de algún apoderado de su
confianza. La Nación les asegura la debida protección; yo, en su nombre,
protesto cumplirlo religiosamente. Mas adviértase que estas consideraciones
sólo tendrán lugar en el caso de condescender prudentemente en bien de sus
personas y riquezas; mas en el caso de resistencia obstinada, no respondo de
sus consecuencias.
No hay remedio, señor intendente:
el movimiento actual es grande, y mucho más cuando se trata de recobrar
derechos santos, concedidos por Dios a los mexicanos, usurpados por unos
conquistadores crueles, bastardos e injustos, que auxiliados de la ignorancia
de los naturales, y acumulando pretextos santos y venerables, pasaron a
usurparles sus costumbres y propiedad y vilmente, de hombres libres,
convertirlos a la degradante condición de esclavos. El paso dado lo tendrá
usted por inmaduro y aislado; pero esto es un error.
Verdad es que ha sido antes del
tiempo prefijado; pero esto no quita que mucha parte de la Nación no abrigue
los mismos sentimientos. Pronto, muy pronto, oirá usted la voz de muchos
pueblos que respondan ansiosamente a la indicación de libertad.Como el asunto
es urgente, lo es también la resolución de usted. Puede nombrar dos individuos
de su confianza, hombres de instrucción y de saber, con instrucciones
suficientes para tratar un negocio de tan vital interés.
Reúna usted si le conviene, a las
clases principales, lo mismo que a los europeos de mayor influencia; trátese la
materia con detenimiento, con madura reflexión, de suerte que si se consulta a
la razón, si entra en ella la conveniencia personal, los intereses y la paz, no
dudo que habrá un término satisfactorio.
El movimiento nacional cada día
aumenta en grandes proporciones; su actitud es amenazante; no me es dado ya
contenerlo, y sólo usted y los europeos irreflexivos, tienen en su mano la
facilidad de moderarlo por medio de una prudente condescendencia; si por el
contrario, se resuelve por la oposición, las consecuencias de casos semejantes
son tan desastrosas y temibles, que se deben evitar aun a costa de grandes
sacrificios.
Como los acontecimientos por
momentos se precipitan, sólo podré esperar cuatro o cinco días, para saber el
resultado favorable o adverso en consecuencia del cual arreglar mis
determinaciones. Pido a la providencia divina, con todas las veras de mi
corazón, lo ilumine en un asunto de tanta magnitud para el país y para los
españoles residentes en él.
Una abnegación prudente, nos
daría un resultado satisfactorio y sin ejemplo; tal vez quedaríamos amigos, y
bien podría ser que en el seno de la amistad protegidos de una madura
reflexión, se arreglara un negocio de tanta magnitud, en que se vería nada
menos que, derechos santos e imprescriptibles de que se ha despojado a la
Nación mexicana, que [los] reclama y defendería resuelta, siguiendo adelante en
su actual empresa [y] llevando a su frente, que le sirva de guía, el signo de
la justicia y el poderoso auxiliar de la convicción.
He cumplido, Sr. intendente, con
indicarle a V. E. mis intenciones o mejor dicho, las de la Nación. Soy hijo de
Guanajuato por quien tengo grandes simpatías; le deseo el bien posible, y ansío
por que no pasen sobre él los grandes males que lo rodean; y veo que no hay
otro medio de conjurarlos, que el arbitrio que le propongo.
Paz y felicidad; guerra
desastrosa y exterminio. V. E., se inclinará por el más humano y racional,
siendo, por tanto, un objeto de gratitud y de bendiciones, o tal vez, por
desgracia, la execración de las edades venideras. Pido de nuevo a Dios
omnipotente, le conserve su importante existencia y le proteja para resolver en
un negocio tan grave y delicado.
Cuartel General en la ciudad de
Celaya, a 21 de Septiembre de 1810.
Miguel Hidalgo y Costilla.
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